Por Andreu Martín
Hace unos años me enfrenté a la siguiente pregunta en una entrevista: ¿qué es la novela negra? No supe qué contestar y salí del paso con vaguedades. Pero me dio que pensar. Y lo más curioso es que mi conclusión se parece mucho a lo que he sacado de mi experiencia con la serie Profesor Layton.
Y es que la novela negra es para mí, sobre todo, un juego entre el lector y el autor. La esencia de cualquier relato policíaco es buscar la solución a un enigma: buscar la verdad detrás de lo que nos están contando. Ese mismo es el principal atractivo de los casos del personaje de Nintendo.
Como “miembros” de la eterna dupla de investigadores, nos enfrentarnos y resolvemos problemas en dos niveles: un gran misterio que tira de nosotros (las extrañas desapariciones de la villa de Saint Mystere o la maldición de la Caja de Pandora) y pequeños rompecabezas que nos llevan por la historia. En el fondo es el mismo ejercicio que realizamos cuando leemos una novela de Agatha Christie y nos intentamos adelantar al final de la historia casi en cada capítulo: leer las verdaderas intenciones de cada personaje y saber quién es el asesino.
De hecho, el mismísimo creador del concepto allá por 1841 se basa explícitamente en el concepto de juego. Estoy hablando de Edgar Allan Poe y su relato Los crímenes de la calle Morgue. Pues bien, en las cuatro primeras páginas del relato, Poe nos explica el placer intelectual del juego deductivo, algo a lo que jugamos continuamente con la serie Profesor Layton. Así, al final del relato, lo que parecía un suceso sobrenatural acaba teniendo una explicación lógica y comprensible. Es una sensación idéntica a la que vivimos cuando vamos desliando la madeja de los casos de Layton e incluso cuando comprendemos cuál es la solución de los rompecabezas que se nos presentan. El juego no sólo satisface nuestra curiosidad sino que consigue que nos sintamos inteligentes porque la entendemos.
La misma esencia del relato negro desde sus orígenes gira en torno al concepto del juego. Y digo más: si la razón por la que empecé a escribir fue porque en mi primer colegí no teníamos patio y en el recreo sólo podíamos jugar a contarnos historias… ¿cómo no voy a reconocer en los casos del Profesor Layton la mismísima esencia del género policial? ¿La misma satisfacción del juego deductivo?