Con la llegada de Loki a la gran pantalla en la primera de las películas de su hermanastro, Thor, dos líneas paralelas se entrelazaron para hilar el que sería su inevitable destino. Una de ellas se sirvió del carisma del actor que le dio rostro, Tom Hiddleston, y la empatía que logró despertar en nosotros como hijo de Odín perpetuamente a la sombra del Dios del Trueno, tramposo, resentido, traicionado, pasando de malo malísimo a antihéroe con varias muertes a sus espaldas, algunas más definitivas que otras.