El documento del organismo incluye este trastorno por videojuegos en el apartado de problemas ocasionados por comportamientos adictivos y lo define como: "trastorno caracterizado por un patrón de comportamiento de juego persistente o recurrente (juego digital o videojuego) que puede estar en línea (es decir, a través de Internet) o fuera de línea, manifestado por: 1) incapacidad de ejercer control sobre el juego (ej., inicio, frecuencia, intensidad, duración, terminación, contexto); 2) priorizar la acción de jugar videojuegos de manera progresiva hasta el punto en que jugar sea más importante que otros intereses y actividades diarias; 3) continuación o escalada de la acción de jugar videojuegos pese a la ocurrencia de consecuencias negativas. El patrón de comportamiento es de suficiente gravedad como para causar un deterioro significativo en las áreas de funcionamiento personal, familiar, social, educativo, ocupacional u otras áreas importantes. El patrón de comportamiento al jugar puede ser continuo o episódico y recurrente. El comportamiento al jugar y otras características son normalmente evidentes durante un período de al menos 12 meses para que se asigne un diagnóstico, aunque la duración requerida puede acortarse si se cumplen todos los requisitos de diagnóstico y los síntomas son graves".
No es de extrañar que la decisión de la OMS cause mucha preocupación entre los miembros de la industria, que observan cierta tendencia a la "demonización" de los videojuegos. "Entendemos que nuestra industria va a seguir elevando la voz contra este movimiento para exigir que la OMS evite tomar pasos que tendrían implicaciones para los sistemas de salud de todo el mundo", afirma un comunicado firmado por varias asociaciones de editores. También es importante destacar que, por el momento, se trata de una propuesta de un sector específico dentro de la OMS y que durante los próximos meses serán las comunidades científicas quienes finalmente determinarán si el trastorno de videojuegos se incluye en el catálogo. Sin embargo, la tendencia apunta que la ICD-11 se aprobará el próximo año con ligeras modificaciones.