Una nueva era para la competición
Tras pasar el tiempo razonable con ‘Gran Turismo Sport’, es sencillo llegar a una conclusión: la serie está sufriendo un conflicto de personalidad. Es consciente de la necesidad de reinventarse, pero no es tan sencillo olvidar el pasado sin perder la cómoda base de seguidores logrados durante años. Hay aspectos que no han variado: como la belleza que es capaz de proporcionar cualquier trabajo anterior del padre de la franquicia, Kazunori Yamauchi. El equipo responsable en materia visual se puede englobar dentro de los mejores del género, recreando vehículos que alcanzan niveles supremos en los detalles.
Los circuitos, tanto las réplicas virtuales de localidades reales, como las creaciones del estudio, también arrojan soberbios resultados, con una riqueza de matices simplemente espectacular. Durante el juego, hasta parece normal, detenerse un momentito en el arcén simplemente para dedicar un minuto a contemplar la cantidad de detalles creados para dar vida a las pistas. Pero son las repeticiones las que hacen realmente que el jugador se sobresalte. El post-procesamiento hace que la experiencia de repasar las carreras se transforme en algo simplemente increíble, que en muchos momentos difumina la línea entre lo virtual y lo real, gracias a la combinación de gráficos ultrarealistas, efectos de iluminación aplicados correctamente y el adecuado uso de diferentes tomas.
Este rendimiento, sin embargo, tiene un coste. Si lo aplicamos a una PlayStation 4 estándar, puede mantener los 60 fotogramas por segundo en 1080p la mayor parte del tiempo, aunque hay momentos donde son perceptibles las caídas. En PlayStation 4 Pro, por el contrario, la experiencia es más estable y más completa a nivel visual, pues permite dar prioridad a los gráficos. Los efectos meteorológicos no siempre están presentes durante las carreras. Aunque es posible definir el periodo del día para competir, no hay un sistema de clima dinámico ni de progresión de tiempo.
Físicas que se mantienen durante generaciones
La impresión que ofrece ‘Gran Turismo Sport’ al tomar el control del primer vehículo es de reconocimiento inmediato de la marca y situación. Pero reconocer al instante que se trata de un ‘Gran Turismo’, a estas alturas, no debería ser necesariamente positivo. Con el paso de los años y la llegada de otros títulos de carreras, tan buenos o incluso superiores en el género de los simuladores en general, la impresión que ofrece la física se podría catalogar, para no caer en la exageración, como ajena y extraña. Todos los coches sufren una especie de efecto que ofrece la sensación de mantenerlos pegados al suelo permanentemente, incluso con el control de estabilidad y otros elementos de seguridad del coche apagados. Es como si una fuerza mágica los mantuviera adheridos al asfalto sin afectar a la velocidad.
También queda pendiente definir algo más la transición entre unos neumáticos con adherencia y no tener absolutamente ningún control sobre el vehículo. Sin embargo, en líneas generales cualquier coche de competición que se controla con unos neumáticos duros ofrece la sensación de circular sobre neumáticos de plástico cristalizados. En ocasiones parece que tan solo esa extraña fuerza sobrenatural es la responsable de mantener el coche en su carril y dirección. Parece lógico pensar que esto también afecta a la forma en que los coches se comportan. A excepción de algunos vehículos de calle, la sensación general es demasiado dura, no existe, por ejemplo, ese compendio de torsión con las funciones de la carrocería y el trabajo de la suspensión funcionando. El problema con las físicas se acentúa en los coches de rally. Parece que solo han trabajado la inercia y la fuerza centrífuga, descartando toda referencia a la fricción y colisión. Otro ejemplo de la falta de consistencia en algunos elementos del juego.
Modos de juego tristes y limitados
Sin pretensión de justificar los errores en la física, además de otros desfases, la parte que más destaca por su nuevo formato es la que corresponde a los modos de juego. Comenzando por la parte de contenido para un solo jugador: es posible participar en las típicas carreras arcade. Tan sencillo como seleccionar un circuito, un coche y la hora de la carrera. Dentro de este modo también podemos participar en carreras de derrapes, con límite de tiempo e incluso, competir utilizando PlayStation VR. Una de las mejores experiencias del juego, ya que realmente sientes el coche gracias al hardware de realidad virtual de la compañía.
También podemos participar en la Escuela de Pilotaje: Reto de Misión y Experiencia de Circuito como parte del modo campaña. La falta de contenido y que los modos son muy similares entre ellos, indica la nula intención de los desarrolladores por ofrecer un modo que, a la postre, es simplemente innecesario. Las primeras lecciones, por ejemplo, consisten sólo en acelerar en línea recta o desviarse de unos conos para obtener bronce, plata u oro. Se repasan los conceptos más básicos de cualquier juego de carreras y las 30 primeras lecciones no contribuyen en nada a la experiencia de juego.
El modo arcade y campaña se mantienen durante un tiempo prudencial, pero rápidamente los retos empiezan a reiterarse. Los objetivos que propone permiten al jugador hacerse con créditos, que se pueden utilizar para comprar vehículos, y ganar puntos de kilometraje, que se pueden cambiar por artículos de ropa, adhesivos, ruedas e incluso coches extraños. Los contrincantes en estas competiciones están controlados por la Inteligencia Artificial y prácticamente toda la carrera se despliegan en fila india sin salirse de la trazada correcta. Competir bajo estas condiciones no ofrece ningún valor, pues tras un tiempo de superar y ganar carreras se convierte en un ejercicio mecánico, repetitivo y nada orgánico. Pero aquí todo se apuesta a la denominación ‘Sport’, es decir, en línea. ¿Qué quiere decir? Que hasta aquí las opciones para un jugador. A partir de este momento necesitarás mantener el juego en línea constantemente si quieres disputar otros modos.
Crisis de identidad
La crisis de identidad de ‘Gran Turismo’ se hace palpable en cada modo y estancia del juego. Aunque sus responsables están dispuestos a centrar la gran mayoría de recursos en la competitividad en línea, el periodo de transición puede ser, en algunos casos, fatídico. La mayor evidencia de esta nueva política es el museo. Donde antes se podían contemplar joyas con todo detalle, ahora hay que conformarse con unas diapositivas. La lista de coches, no obstante, es notable. En total se concentran 163 vehículos disponibles. Muchos de ellos corresponden a sus modelos homónimos, pero en vertiente de carreras. Por supuesto, esto sirve para inflar el número total de vehículos, ya que muchos son sólo variantes del mismo coche para diferentes categorías.
Llegado el momento y por un instante vamos a tratar la piedra angular en la que Polyphony Digital ha decido asentar la serie: el modo Sport. El objetivo no puede ser más claro: subordinar al jugador a un modo online competitivo que ofrece campeonatos con especificaciones definidas, sesiones con hora marcada y un sistema de clasificación y desempeño del piloto. El mecanismo es sencillo, hay que inscribirse en cada prueba y tras clasificarse se obtiene la posición en la parrilla de salida antes de comenzar la prueba. Aunque suena prometedor, por el momento únicamente se puede participar en 3 competiciones diferentes, pero los desarrolladores aseguran que se irán abriendo pruebas de forma paulatina en los próximos meses. En general, el modo Sport, aunque todavía no ha dado sus primeros pasos, tiene mucho potencial para convertirse en algo grande, al menos en términos de eSports dentro del género del segmento de las carreras virtuales.
Donde Polyphony Digital parece haber estudiado nuevos recursos es en el plano acústico. Las grabaciones digitalizadas y en algunos casos, horribles cantos de transmisión, han dado lugar a sonidos de motores más acordes en la mayoría de los vehículos. Aunque la evolución del sonido en relación a los títulos anteriores es evidente, también es innegable que todavía sufre para llegar al nivel de sus principales competidores. Se agradece el esfuerzo por mejorar, es loable, pero se necesita más para recuperar los aplausos. El resto de efectos, como el de los neumáticos chillando en busca de adherencia en las curvas o la suspensión trabajando al pasar los pianos, están bien elaborados y no desentonan con el nivel de calidad del resto del trabajo. En todo caso llama la atención la falta de orientación espacial de todos esos sonidos. El cambio de la cámara externa a la interna en los coches, por ejemplo, sólo se traduce en un el silbido pronunciado de los engranajes de la transmisión directa y el cambio secuencial, mientras que el sonido del motor es prácticamente el mismo de fuera. Su banda sonora, sin embargo, es impecable y relata muy bien el clima de la experiencia, con una buena combinación de temas que corresponden a géneros diferentes.
Conclusiones
La valoración del juego, al final, deja un producto solvente, eficaz, de una factura plástica titánica, pero ante todo diferente. No es malo y después de algún tiempo el conjunto se muestra más natural a ojos el jugador. Pero ‘Gran Turismo Sport’ no alcanza las expectativas, ni convence como el gran título destinado para que la serie inaugurara la generación y posiblemente, una base sólida para ‘Gran Turismo 7’.
El juego no tiene mala factura, todo lo contrario, es un espectáculo para los sentidos en la consola adecuada, pero cuando se sopesan los cuatro años invertidos en el desarrollo y los pobres resultados que ofrece en relación los modos, junto al brusco y mal gestionado cambio de timón, las sensaciones no pueden ser menos que contradictorias.
Al final, parece que la denominación ‘Sport’ no es más que el pretexto para centrarse en la competición en línea. Una excusa para entregar un juego incompleto e insolidario entre sus partes. Un título que, a pesar de trabajar de forma notable en lo que hace bien, se equivoca en una proporción mayor, con el peligro que conllevan esos errores agravados por la reiteración en el tiempo.
Gran Turismo Sport - Carlos Sainz