Square Enix se atreve a abrir una Caja de Pandora y debe atender a millones de deseos y expectativas, porque, mucho antes de hacerse realidad, el reencuentro ya era una idea recurrente en la mente de los jugadores. Comenzaba a tomar forma con la continuación ‘Final Fantasy VII: Advent Children’, que se estrenaba en 2006 en forma de película. Todo esto dejó un reposo incomodo durante muchos años y para complicar aún más la ecuación, la editora japonesa se decide en 2020 por diseccionar el original y volver a contar la historia repartiéndola en varios juegos. El primero de estos capítulos llega a PlayStation 4 con un aporte inicial de entre 30 y 35 horas sobre eventos que, sobrepuestos en el original, corresponderían a menos del 10% de lo que ocupa el título para la primera PlayStation.
La recreación de la obra, más si cabe, después de tanto tiempo, por capítulos y con saltos tecnológicos gigantescos de por medio, inevitablemente implicaría cambios. No es de extrañar que el fértil abono que alimenta las incógnitas se cebara con el renacer de la experiencia en relación con el original: ¿cómo se saldará este inevitable choque entre pasado y presente?
La mejor manera para comenzar el repaso a la primera parte de ‘Final Fantasy VII Remake’ es responder a la pregunta fundamental: ¿cumple con las expectativas en relación al original?: la respuesta es sí. Cada aspecto produce una atrayente sensación de asombro. Sucede cuando observas la inmensidad de los barrios bajos de la ciudad de Midgar, desde el centro de una pila de escombros, o cuando contemplas los detalles del vibrante comercio en el mercado. El conjunto se cierra como un único elemento que produce elementos aún más sutiles, como la música de la franquicia, que, al igual que en el juego de 1997, proporciona un telón de fondo inigualable desde el menú inicial.
Del sueño a la realidad
El equipo de desarrollo parece haber tenido en cuenta la atención obsesiva del seguidor por deconstruir cada detalle. No solo por la voluntad de complacer, también como una forma de mantenerse fiel a su trabajo. La adaptación está liderada por un trío que jugó un papel clave en el juego original: el director Tetsuya Nomura, el productor Yoshinori Kitase y el guionista Kazushige Nojima, responsables de desarrollar la narrativa concebida por el padre de la franquicia, Hironobu Sakaguchi, que, veinte años después, regresan para garantizar una óptica en línea con el trabajo base.
‘Final Fantasy VII’ es esencialmente un juego sobre la vida, combina espiritualidad con naturaleza y retrata sobre este concepto el mismo destino del planeta, cuya energía vital es absorbida por la tecnología de una malvada corporación -Shinra. Cloud, un ex soldado de élite de la compañía Shinra, y ahora mercenario de un grupo ecoterrorista, colabora en la explosión de uno de los reactores responsables de convertir esta energía, llamada Mako, en la fuerza motriz de este mundo. Respetando los eventos más característicos del juego original de una manera casi religiosa, el Remake se dedica a poner en movimiento el conflicto y mostrar de forma grandilocuente todo lo que está en juego. Es aquí donde las decisiones creativas comienzan a separar la nueva lectura del trabajo original.
No todo sigue igual
En una era de agonía creativa y sobrexposición a los remakes, el término "reimaginación" se convierte en una figura tatuada en el vocabulario de los productores. En realidad, no es más que un término cómodo para evitar la ira de los seguidores ansiosos por una recreación exacta, y de paso, justificar decisiones creativas que trastocan elementos de la versión original. En ‘Final Fantasy VII Remake’, la magia que despliega la poderosa palabra debería servir como escudo para evitar que se cuestionen las decisiones creativas que, a pesar de tener sentido, no se libran de padecer algunos puntos cuestionables.
Aunque la trama principal de ‘Final Fantasy VII’ es inmutable en la nueva versión, no siempre se sigue al pie de la letra. Si conoces la historia, ya sabes lo que va a pasar a continuación. Sin embargo, lo que sucede entre estos episodios cambia y aporta algunas soluciones que no necesariamente son bienvenidas. Pero comencemos con un ejemplo positivo: tras desplegarse la secuencia inicial del juego, el grupo comienza a comprobar en su propia piel las consecuencias derivadas de la explosión del Reactor No. 1 en las comunidades de Midgar, un aderezo que aporta una nueva capa de profundidad al contexto.
Ya que nos referimos a la gigantesca ciudad, es fácil entender por qué ha sido elegida como el único escenario para el primer juego del Remake. Midgar es un hito para ‘Final Fantasy’. La sensación de grandeza, percibida en los gráficos y la construcción de escenarios, es la forma más obvia de contrastar la evolución entre el original y la reescritura, pero el salto de 23 años también abre espacios para que el triunvirato Nomura-Kitase-Nojima amplifique este mundo, creando contextos que lo enriquecen, aunque no siempre se sumen en positivo a los eventos ya conocidos. Debido a esta compleja combinación de pequeñas secuencias nuevas, la revisión expande los eventos tanto como es posible, casi como una forma de cumplir con una determinada cuota de horas de juego que justifiquen la inversión.
Los escenarios que sirvieron como transición entre los puntos A y B se transforman en mazmorras completas con el derecho a promover innumerables escenas de corte. Las zonas de enemigos comunes se convierten en complejas batallas llenas de etapas, incluso cuando no es necesario; de hecho, ‘FFVII Remake’ tiene la terrible costumbre de blindar en exceso a monstruos no muy alejados del estándar. Durante la mayoría del juego la táctica funciona, sobremanera en contextos de calma. Pero, cuando el guion exige acción, esta manía de magnificarlo todo pone en riesgo el ritmo marcado por el icónico primer acto original.
Crisis planetaria, ¿te suena?
En este primer acto anabólico, dedicado a construir el mundo y sus conflictos, ‘Final Fantasy VII Remake’ intenta buscar, con éxito, un espacio para ampliar el desarrollo de sus personajes, que, en el juego original, comienza con el grupo de vuelta a Midgar. La mayoría de las ocasiones, el Remake sitúa estos eventos a través de flashbacks o mediante algunas líneas de diálogo. No obstante, el resto de los miembros del reparto ganan espacio, aunque en ausencia del equipo completo, (de los nueve personajes principales de ‘FFVII’, solo cinco aparecen en el primer juego y de ellos, cuatro son jugables), secundarios como Jessie, Biggs y Wedge, terminan por alcanzar un papel de mayor relevancia.
Con la excepción de Aerith, cuyo lugar en la trama se delimita perfectamente desde el principio, el resto de personajes aumenta significativamente su tiempo en pantalla como resultado de esta expansión. Aún con todo, para los recién llegados, la impresión continúa siendo que el mundo de ‘FFVII’ es más grande que sus personajes. Aunque todos exudan estilo y carisma, dos características intrínsecas al trabajo creativo de Tetsuya Nomura, el universo que los mueve rebosa sustancia. Esta dualidad también se aplica a otro aspecto fundamental de ‘Final Fantasy VII Remake’: la construcción de sus escenarios. Curiosamente, este es el único aspecto del juego que no se beneficia del salto promovido por el equipo de desarrollo. Visualmente, el juego es impecable, con gráficos que denotan un mundo rico y gigantesco. En la práctica, es como si ‘FFVII’ no hubiera evolucionado en relación a 1997. En lugar de expandir la ciudad con áreas totalmente nuevas, el juego recrea los escenarios ya conocidos y los convierte en áreas magnificadas y pasillos sin mucho espacio para explorar.
El sistema de combate se adapta a las mil maravillas
Si bien la historia y la progresión se sobrealimentan con decisiones creativas cuestionables para quienes albergan sentimientos nostálgicos, hay aspectos de ’Final Fantasy VII Remake’ impecables: el sistema de combate y la progresión de los héroes. Pocas características han cambiado tanto en los juegos de rol japoneses entre 1997 y 2020 como la forma de enfrentarse a los enemigos, y la franquicia ‘Final Fantasy’ ha sido protagonista de muchas de estas evoluciones, ya sea implantando sistemas revolucionarios como los que aportaba en el ‘FFVII’ original, como refinando el enfoque más centrado en la acción proporcionado en las entregas recientes de la serie y en ‘Kingdom Hearts’, otra importante franquicia con el sello Nomura. La metodología de acción, notablemente representada en ‘Advent Children’, finalmente adquiere formato interactivo a través de un sistema que permite moverse, atacar, esquivar y defender libremente. La barra Active Time Battle (ATB) del original, dicta las reglas para todo lo demás: lanzar hechizos, movimientos especiales y usar objetos.
ATB aporta un elegante componente táctico a ‘FFVII Remake’, en el que es necesario encontrar la mejor forma de derrotar a tu enemigo, ya sea atacando directamente o haciendo valer la combinación de habilidades que siguen desempeñando el mismo papel que la versión original. Aunque la base proviene de ‘FFVII’, el Remake no destaca por su aspecto vanguardista, sino por consolidar conceptos que han funcionado en los últimos años. Las mecánicas derivan de títulos como ‘Final Fantasy XIII’ y ‘Final Fantasy XV’. Del primero, por ejemplo, surge la idea de aturdir al enemigo antes de causar daño significativo.
Todo esto permite que el sistema de combate de ‘Final Fantasy VII Remake’ logre el nivel soñado por la franquicia durante más de diez años, y que ha producido numerosos intentos fallidos: un juego de rol donde las peleas son visualmente impresionantes y al mismo tiempo completamente bajo el control del jugador, amparado en un sistema que requiera cadencia estratégica, preparación y determinación a partes iguales.
Esta melodía me suena
Ya sea en combate, explorando el mundo o contemplando escenas cinemáticas, es necesario dar a la música el protagonismo que merece, otra característica muy llamativa de ‘Final Fantasy’ y, especialmente, del título lanzado en 1997. Como era de esperar, la nueva versión usa y abusa de la pista compuesta por Nobuo Uematsu, con melodías icónicas como "Opening - Bombing Mission" y los temas de batalla y jefe. En el remake, lo más destacado es la versatilidad que demuestran las reinterpretaciones de estas composiciones. Aprovechando la excelente tecnología musical implementada inicialmente en ‘Final Fantasy XV’, el juego intensifica el ritmo cuando el momento lo requiere: la misma música que nos acompaña en un calabozo gana ritmo y, por ejemplo, un arreglo musical propone urgencia cuando entras en batalla.
Conclusiones
Rehacer un juego del tamaño e importancia de ‘Final Fantasy VII’ no ha debido ser tarea fácil, y tal vez nos encontremos ante de uno de los factores que han retrasado este proyecto tanto tiempo. Para sus seguidores, ver este juego convertido en realidad es algo que parecía casi imposible, pero no se puede ignorar que ‘Final Fantasy VII Remake’ es un producto que transita entre un culto incesante a su trabajo original y la voluntad de innovar. Por fortuna, se ha logrado asentar el formato sobre un frágil equilibrio, algo que no siempre ha caracterizado a las producciones de la serie durante las tres décadas de historia de la franquicia.
Con todo esto, a pesar de algunos puntos menos brillantes, estamos ante uno de los juegos más importantes de 2020 y un primer contacto inmejorable con la entrega, capaz de proporcionar enormes dosis de gratos recuerdos a los jugadores del original, con una historia, personajes y entornos perfectamente actualizados. Quizá ‘Final Fantasy VII Remake’ no sea el título que pedían sus seguidores, pero sin duda, es el juego con el que alguna vez soñaron. Ahora, tan solo podemos esperar al capítulo 2 de esta elaborada reintroducción a ‘FFVII’.
Final Fantasy VII Remake - Final Trailer