Aunque de forma eventual adoptaron muchas tradiciones orientales, los Seleúcidas eran reconocidos por sus obras de ingeniería civil y su edificación de ciudades, conduciendo la colonización Griega y la Helenización. Equipados con caballería experta, entre los que se encuentran los catafractos, las batallas a caballo y los elefantes de guerra, los ejércitos Seleúcidas también disponen de una efectiva infantería equipada con lanzas y pinchos proporcionados por un creciente número de colonos de habla griega. Esta actualización de contenidos incluye nuevas y únicas unidades Seleúcidas, edificios y árboles tecnológicos, Objetivos de Campaña y el Paraíso de Dafne.
Cuando comienza la campaña, tales medidas son una necesidad cuando se enfrentaban a la continua amenaza de sus vecinos del Egipto Tolemaico y las turbulencias con las satrapías seleúcidas. Siempre tan oportunistas, los reyes Seleúcidas pueden cambiar las tornas, con la posibilidad de conseguir que parte del antiguo imperio occidental de Alejandro Magno se sitúe bajo su influencia.
Fundado por Seleuco I, también conocido como Nicator, en su momento de apogeo el vasto Imperio Seleúcida se extendía desde Anatolia occidental hasta el lejano este del Río Indo. Durante la revuelta de las Guerras de Sucesión, los Seleúcidas pudieron reclamar y expandir el imperio oriental de Alejandro Magno, como parte de Asia Menor. Seleuco selló su victoria global en la Batalla de Ipsus en el año 301 a. C. Desplegando 500 elefantes de guerra, conseguidos tras las negociaciones de paz en la frontera oriental con el Emperador Chandragupta Maurya, sus fuerzas resultaron ser decisivas. El territorio que quedó bajo su control estaba compuesto por un amplio elenco de subculturas orientales, que rápidamente fueron helenizadas por la élite gobernante de Macedonia y una pléyade de colonizadores griegos.