Enredos a parte, Dynasty Warriors nunca ha tenido una recepción sobresaliente, y gran parte de culpa la tiene su puesta en escena, que no ha sabido poner en situación al consumidor occidental, haciendo muy difícil que alguien ajeno a los videojuegos de corte oriental fije sus miradas en sus virtudes. Lo cierto es que en gran medida es lógico, ya que la serie se apoya en uno de los grandes clásicos de la literatura china: El Romance de los Tres Reinos, novela escrita en el Siglo XIV por Luo Guanzhong y que sirve como señuelo para reunir a multitud de personajes emblemáticos de la cultura oriental y ponerlos a dar estocadas bajo la estricta mirada del género.
Sin llegar a desentrañar el guión pensado para la ocasión, algo inimaginable por otra parte, la obra relata los últimos años de la Dinastía Han y la era de los Tres Reinos, cuando China estuvo dividida en tres facciones que finalmente fueron reunificados al terminar este periodo de guerra civil. Precisamente, Dynasty Warriors recoge lo visto en el periodo más turbio de la China antigua y lo condimenta de manera que los usuarios únicamente tengan que escoger una facción y comenzar a machacar a los del otro bando a diestro y siniestro.
La franquicia ha ido evolucionando a lo largo de los años gracias a la tecnología: representar tres facciones lo suficientemente realistas como para hacernos sentir en el campo de batalla supone un coste tecnológico que no siempre ha sido posible, sobre todo en cuestiones de inteligencia artificial y número de enemigos en pantalla. A partir de aquí, la franquicia ha ido añadiendo y modificando su contenido para hacerlo cada vez más completo, dando lugar a versiones tan bizarras como 'Dynasty Warriors: Gundam' - que prescinde de la literatura clásica para ofrecer la perspectiva del anime japonés-, y otras más centradas en el aspecto político y estratégico. De hecho, Empires se presenta como la versión final del título, pues hay que destacar que 'Dynasty Warriors 7' y su secuela, 'Extreme Legends', ya fueron lanzados hace un tiempo. Empires recoge todo lo visto en sus predecesores -contenido descargable incluido- y lo acompaña con un sistema estratégico que gustará entre los seguidores de la cultura oriental, la visión de mando y las batallas interminables.
Sin embargo, el primer jarrón de agua fría viene con la presentación y primeros minutos del título, que se aleja de lo esperable a la hora de contextualizar lo que está sucediendo en pantalla para que sea el jugador quien vaya leyendo la trama durante los tiempos de carga. Si es nuestra primera vez en un Empires, al principio, no entenderemos nada. Es bastante curioso el hecho de que la obra prescinda de un tutorial lo suficientemente dinámico como para no aburrir al jugador. Y, de hecho, la primera media hora la pasaremos intentando descubrir cómo llegar a buen puerto en la guerra civil, seamos del bando que seamos, puesto que el título está en un inglés poco permisivo que obliga al jugador a tirar de diccionario para las palabras más complejas, que no son pocas.
Pasado el primer bache y asimilados los conceptos, tendremos a nuestra disposición varios modos de juego para todos los gustos, siendo el modo Empire el más prometedor y extenso de la obra, aunque hablaremos de el más adelante. Comenzaremos con el modo edición, en el que podremos crear a nuestro propio personaje en un inesperado editor que, sin llegar a ser perfecto, cumple de lejos con lo prometido. Además del aspecto físico y el atuendo de nuestro héroe, podremos escoger el tipo de arma, la clase a la que pertenece e incluso su voz, que sonará en un irónico japonés en tierras chinas.
Y es que tres reinos enfrentados abren la posibilidad de presentar multitud de personajes carismáticos, historias secundarias y giros de guión que mantengan en vilo al jugador, aunque en la práctica se ha demostrado que no es así. Aparte de nuestra creación, tendremos acceso a un total de 66 personajes controlables, cada uno con sus propias habilidades y estrategias, aunque no tan diferenciados entre sí como cabría esperar. Al final, el juego puede dividirse en dos vertientes: mercenaria y política, siendo esta última la más interesante y cuidada.
La primera parte y núcleo en la serie numerada, es bastante simple, y basa su jugabilidad en ir machacando los botones para conquistar tierras enemigas en fases de duración bastante extensa. Las inmensas batallas con cientos de personajes en pantalla pueden llegar a ser divertidas si sabemos perdonar los errores de diseño e inteligencia artificial, que sólo mejora en los niveles más difíciles del juego, haciéndolo incluso menos permisivo. Con un único golpe seremos capaces de llevarnos por delante a más de una docena de enemigos, caballos incluidos, no así a los jefes enemigos, que contarán con alguna frase de diálogo y algo de repercusión en la trama. Si perdemos, no ganaremos nada y, de hecho, tendrán que pasar varios turnos hasta poder enzarzarnos de nuevo a la batalla. El mayor problema en el terreno es la cámara, que recoge los problemas más graves del género dejándonos vendidos ante tal cantidad de personajes; el control se deja arrastrar por los errores de la cámara.
Volviendo a la materia política, el modo imperio nos permite controlar una de las facciones disponibles y tomar decisiones mensuales que afectan directamente a la jugabilidad en el campo y al transcurso de la guerra: podremos dedicar nuestros recursos a entrenar y mejorar nuestras tropas, contratar nuevos mercenarios, formar alianzas con grupos fronterizos, etcétera; el impacto no se hace esperar, viendo los resultados en el siguiente turno, hayamos pisado el campo de batalla o no. Las distintas campañas que presenta el juego -y que probablemente se aumentarán en un futuro mediante contenido adicional- están cortadas por el mismo patrón, guardando las distancias entre facciones y personajes salvo en “la reunión de héroes”, donde jugaremos con los personajes creados del editor.
La mezcla entre batallas y estrategia es buena, aunque en algunas ocasiones una buena ofensiva puede verse lastrada por los problemas en el campo de batalla, y no por culpa del jugador, sino de la cámara. Por suerte, la obra permite algunas revoluciones que añaden realismo al desarrollo, como por ejemplo ser contratado como mercenario para conquistar un territorio determinado y luego someterlo bajo nuestra bandera y no la del contratista, abriendo las posibilidades y creándonos un nuevo enemigo.
En cuestiones técnicas, 'Dynasty Warriors 7: Empires' cumple sin más. Es cierto que el juego presume de tener una cantidad de personajes en pantalla envidiable, pero también es cierto que ese es, principalmente, uno de los problemas que empañan la aventura: la sensación de caos. Los personajes cuentan con un buen modelado, pero las animaciones robóticas, repetitivas y arcaicas juegan muy en contra de la entrega, sobre todo si nos fijamos en otros exponentes del género no tan ambiciosos pero sí más efectivos. Por suerte, la banda sonora suma puntos en el apartado audiovisual, con numerosos riffs de guitarra mezclados con ritmos cercanos al heavy metal que le dan a las batallas un ritmo trepidante y directo.
La obra se complementa con la inclusión de numerosos extras y galerías que podremos ir desbloqueando a medida que vayamos progresando en el modo empire, así como una vertiente multijugador que nos permitirá jugar de manera local o con otros usuarios a través de la red.
En definitiva, 'Dynasty Warriors 7: Empires' supone un giro esperado hacia la estrategia y política como ya ocurrió con su sexta parte, profundizando en temas políticos y estratégicos que abren una gran variedad de opciones al jugador. Lamentablemente, su puesta en escena, los problemas del control y la inexplicable decisión de no traducir la obra al castellano merma unas cualidades que podrían haber abierto las puertas de los Tres Reinos en el territorio occidental.
Victor Moyano